
Veo tanta gente a mi alrededor infeliz con su cuerpo. Sobre todo mujeres. Pero seguramente hay muchos hombres también. Aunque nuestra sociedad les haya negado el derecho a la preocupación sobre su propio cuerpo. Lo que es la contraparte del derecho que tienen a que su cuerpo se respete en el arte, en la publicidad, en la vida diaria…
Casi todas las mujeres que conozco han estado, estuvieron, están, estarán en una dieta con fines estéticos. La estética impuesta por la sociedad (de consumo), claro está. Miro las abundantes mujeres de Rubens y no percibo en ellas sino un gran orgullo por su exuberancia. Por la generosidad de sus formas. Eran otras épocas. Había tal vez una gran diferencia entre las clases en una determinada sociedad. Se asociaba la abundancia corporal con la abundancia económica y había un cierto orgullo en la corpulencia. ¡Gorda y buenamoza! era una expresión de mi tierra, Trujillo, para referirse al mejor estado físico de cualquier mujer.
En estas reflexiones, di con un librito que me obsequió una amiga de mi hijo en la pasada Navidad, en Mérida. Es una colección de poemas del poeta brasileño Affonso Romano de Sant’Anna que trae un hermoso poema sobre el cuerpo. Y que quiero compartir en su totalidad, porque expresa, justamente, el pensamiento de un hombre sobre la serena aceptación de su cuerpo.
ELOGIO DEL CUERPO
Los hay más diestros, lo sé. Pero con este corto a tiempo el gesto oculto, asalto la noche, cruzo las horas y huyo galopando en potros verdes.
Los hay más fuertes, lo siento. Pero con este ataco, esquivo y agredo como puedo. Con este parto para el combate y con él retorno –si pierdo.
Los hay más amados, me dicen. Pero este sabe dónde y sabe cómo y sabe cuándo y nunca contaría lo que oye y siente, cuando en su lecho se entreabren otros cuerpos con secretos repentinos, floraciones de ataque y paz.
Los hay más bellos, los veo, en los tonos del bronce y en el esplendor de mil calzadas. Pero este me calza como guante y lo hundo entero en los abrazos y lo retiro intacto del espejo.
Los hay mejores en todo, ya lo sé. Pero es de este que me sirvo, es este el que me dieron, es este el que alimento, con este como, beso y fructifico y es con este que fecundo mi propia muerte.
de: El tiempo que me escribe. Affonso Romano de Sant’Anna Universidad Externado de Colombia, 2012
Traducción y selección de John Galán Casanova