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Bones

Romulo1¿Ud. creía Don Rómulo, que en 1927, cuando viajó a los llanos venezolanos había visto barbarie? Lo que entonces vio y le sirvió de base para escribir Doña Bárbara se queda corto ante lo que vivimos hoy.

Desde hace más de una semana me atormenta la noticia de que su tumba, Don Rómulo, fue profanada para robar sus huesos. No puedo sacármelo de la cabeza. También se robaron los huesos de su esposa y los de otro ex-presidente, Isaías Medina Angarita.

Pero no somos iguales ni siquiera ante la muerte. Hay muertos y muertos. Ni Doña Teotiste, su esposa, ni Isaías Medina Angarita fueron conocidos fuera del ámbito venezolano. Usted, en cambio, sí. Usted se reprodujo con sus obras y su ejemplo y ha pasado a ser parte de nuestra memoria. Por eso son sus huesos (y no otros) los que me entristecen.

Ah, no se vaya a  creer que esta profanación de tumbas y robo de huesos haya levantado mucho escándalo en la nación que usted tanto quiso. Este pueblo suyo ama el bochinche como decía Don Francisco (el de Miranda). En honor a la verdad,  hay que reconocer que buena parte del país está triste, muy triste, porque la Vinotinto perdió ante Argentina. Una Argentina sin Cristina, además.

Eso sí es lamentable. La barbarie, los huesos, bueno… qué es una raya más pa’ un tigre. Sin ánimo de ofenderlo, si no nos preocupa que maten a los vivos, ¡qué nos va a importar que profanen a los muertos!

Venezuela ya está adiestrada. Ha venido doblando el lomo desde hace años y como una bestia domesticada a través de un brutal proceso de sometimiento suspira resignada y continúa en la inmediatez. En el circo y el pan. En la Copa de América y los CLAP (son los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, Don Rómulo).

Le cuento, para que entienda este país,  que el venezolano marcha al paso que le dictan sus nuevos dueños.  Por ejemplo, trota para conseguir la bolsita de supervivencia entregada por los CLAP (¿onomatopeya de aplauso y  bofetada?), o consulta un pajarito azul (el rojo ya no se lleva) para ver la lista de las farmacias donde a lo mejor encuentra unas aspirinas para paliar su problema de hipertensión. O se reúne en guasap con su consejo comunal para preguntar quién podrá cambiarle un kilo de azúcar (que le regaló la ex-novia de un ex-amigo que es o era chavista), por una bolsa de toallas sanitarias para regalarle a una tía  que sufre de incontinencia urinaria, pero que no califica para que le vendan toallas “legalmente” porque los funcionarios encargados de la venta de toallas sanitarias han comprobado que la tía en cuestión es ya menopáusica y la incontinencia urinaria no es motivo ni necesario ni suficiente…

¿Ve lo del bochinche? Hasta yo me distraje. Don Rómulo, volviendo a sus huesos, le cuento una cosa que lo matará de risa, perdón, que le dará mucha risa: existe en la capital una “Asociación de Defensa de los Difuntos del Cementerio General del Sur”. Noooo. ¡Escuche, por favor! No es una broma macabra. ¡Es verdad! Esa peculiar Asociación, que me atrevo a calificar como única en el mundo (siempre nos distinguimos) tiene de presidente a un trabajador humilde de nombre Armando Regalado. Él ha ido a presentarle los casos de robos de huesos y profanación de tumbas (no se crea que el suyo es el único) al Psiquiatra-Alcalde Jorge Rodríguez quien se ha negado hasta ahora a procesar estas quejas porque a lo mejor esa información se usa para provecho político de la oposición… Cosa de locos, me dirá usted.

No se indigne, Don Rómulo. Yo le aconsejo que le haga caso a Jorge Rodríguez. Él ya parece haber resuelto el caso de sus huesos robados decretando en twitter que es mentira. No importa que se presenten las fotos de su tumba vacía. El que manda tiene la razón, como decía ese colega suyo, Lewis Caroll.

Lo siento Don Rómulo. Ya sé que la mitad de esto usted no lo entiende, pero como su inteligencia ya lo intuye, los bárbaros no se quedaron en el llano profundo de su Doña Bárbara, sino que ya se apoderaron completamente de su país.

Déjese de reclamos e indignaciones. No estamos para literaturas. !Relájese!

Y como estamos en un país militarizado, no es un consejo, es una orden: ¡Descanse en paz!