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Los gatos del ghetto

     Desde la primera vez que vine a Trieste hace años, me sorprendió la cantidad de gatos que hay en las calles, en los parques, en las plazas. Gatos parsimoniosos y bien alimentados, por lo que me imaginé que la gente los alimentaba incluso en las calles.

     Trieste tiene un bellísimo parque que se llama Parco di Miramare, del que estoy enamorada.
    Pues bien,  este parque también está habitado por gatos.
   Un día yo regresaba a la residencia Galileo donde estaba con E.  la última vez que vinimos por corto tiempo, y yo regresaba de comprar creo que cerezas,  pan, queso gorgonzola y prosciutto di Parma,  y todas esas porquerías que se consiguen en este país, jejeje. La residencia Galileo del ICTP colinda con el parque y yo en estas oportunidades siempre iba y venía de la parada del autobús atravesándolo (¿les dije que estoy enamorada de este parque?). 
   Regresaba entonces de mi compra de provisiones de supervivencia y de repente  me detuve a descansar y a mirar los árboles y se me ocurrió apoyar las bolsas de compra en el suelo….!Bad idea! Parece que eso es lo que hacen los alimentadores de gatos en el parque. En segundos tenía una decena –no exagero—de gatos gordos blancos o castaño claro o pelirrojos a mi alrededor. Me daban vueltas, se ponían en dos patas apoyándose en mis pantalones, pretendían meterse en las bolsas.
Il prosciutto di Parma, noooooo!!!!
Los convencí como pude de que no iba a darles nada pero que sin
embargo debían dejarse fotografiar y salí como pude del parque.
No podía desaprovechar esta oportunidad porque no había visto tantos gatos gordos juntos en mi vida.
 Un tiempo después, vivo en Trieste  en un edificio pequeño que tiene un jardincito que es el aliviadero de las perritas de la casera, y un tendedero que prácticamente puedo usar yo  sola porque vivo en  la planta baja. El resto de los apartamentos tienen tendederos en las ventanas para no hacer las escaleras con un cesto de ropa de arriba abajo.  Pero a este patio también vienen una pandilla de gatos callejeros que son alimentados por la gente del edificio. Hemos contado entre 10 o 12 que no son gordos ni  rubios como los del parque sino flacos, un poco maltrechos , un poco sarnosos, paticojos y hasta uno que otro tuerto,  y además, negros.
    Cuando mi hijo estuvo aquí por una semana, le hice notar la diferencia con los del parque y él me respondió.
Claro ma, estos son los gatos del gettho
    Nos reímos bastante con la ocurrencia.  El hijo se fue y poco a poco me he ido haciendo amiga de los gatos del ghetto. Cuando tengo aceite de atún o restos de pescado o carne, se lo mezclo con un poco de pan y leche y cuando bajo a tender ropa les dejo en sus platitos. Así que ellos ya vienen cuando yo bajo a tender ropa a ver que les cae. Pero vienen estratégicamente. Primero se acerca uno/una y merodea o me rodea que las dos cosas pasan. Si pongo algo en el comedero este valiente prueba y si aprueba, debe hacer algún movimiento (no es que los haya estudiado a fondo tampoco) que les indica a los demás que pueden acercarse. Los demás están esperando detrás de la cerca, entre el follaje. Un día que llevé un preparado de calamares (restos de calamares, pan duro ablandado en leche) hubo fiesta. Allí los vi a todos. Pero aún en lo mejor de su entusiasmo, si hago un  movimiento brusco, zás allá se van detrás de la cerca al terreno de al lado que colinda con un bosquecito. El otro día sacudí una funda de almohada antes de extenderla y eso causó el pánico en el grupo. Salieron dispararos como flechas negras.
   El otro día me encontré con la casera y le pregunté si estaba bien que yo alimentara a los gatos con comida (porque había visto que ella les compra «gatarina»).  De hecho, las cajas de alimento se dejan abajo, cerca de las escaleras del sótano para que cualquiera se acerque al jardín y los alimente. Ella respondió que claro, que estaba muy bien. Que ella también les daba comida cocida pero que era más cómodo darles el alimento de caja.  Por cierto, me dijo, si mañana ve una cantidad de gente en el jardín, no se preocupe.  Es la gente de la sanidad que viene para esterilizarlos. O bueno, por lo menos van a tratar.
   El asunto se me había olvidado y a los dos días oí muchas voces en el jardín y recordé lo que había dicho la casera sobre la esterilización de los gatos (del ghetto). Entonces me asomé por la ventana de la cocina desde donde tengo primera fila de todo lo que pasa en el jardincito. Era para morirse de la risa. Lástima que no me atreví  a sacar fotos porque la gente también me veía. Trataré de describir la situación. Estaban: los funcionarios de la sanidad con botas y guantes, palos y cuerdas  y una jaula más o menos grande, la casera y su marido, el hermano de la casera (sin el marido), la abuela de alguien, algunos niños y una desfalleciente cuasi-anoréxica adolescente voluntaria, también con guantes.
   ¿Ya adivinan quiénes eran los ausentes?
   !!!! Los del ghetto !!!!
   O mejor dicho, estaban, pero entre los matorrales  y alguno hasta subido a un árbol observando los acontecimientos con atención. Las señoras del grupo trataban de seducirlos con platos exquisitos que habían colocado dentro de la jaula y hacían michu michu michu, o su equivalente en italiano, que en mi diversión me olvidé de tomar nota de cómo era: uno no puede estar en todo, caramba!!!
  Además me distrajo el gato del árbol porque me pareció que pintaba una paloma (cómo se las arreglan sin dedo medio, no sé).
   En fin, que les pusieron sardinas, sardonas,  atún y baccalá.  Pero los gatos del ghetto no cayeron en la trampa. Literalmente….
   Poco a poco se disolvió la manifestación y los gatos, por si las moscas no vinieron a comer en varios días. Imagino que regresaron a las suculentas ratas de campo y a los pájaros desprevenidos…Los de sanidad no regresaron. Tal vez perdieron interés, ya se sabe que la capacidad de concentración de los funcionarios públicos es limitada. Y los gatos del ghetto, poco a poco volvieron a aparecer.
   Unos días después caí en cuenta de porqué la gordura de  los gatos del parque:
!Ellos SÍ habían caído en la trampa!