Cajón de sastre chino

Hacer un ruedo o dobladillo es uno de los fastidios domésticos (entre los tantos) que persiguen a las mujeres a lo largo de su vida. Ya desde el colegio con los propios uniformes, luego los pantalones de los maridos y los hijos, y los propios, que no se abandonan nunca, claro.

¿Y es que no hay otras soluciones? Por supuesto que sí. Hay cadenas mundiales de pequeñas sastrerías para arreglos de prendas que se rompen o que no nos quedan bien: acortar mangas, bajos, ensanchar, estrechar cinturas, pegar cremalleras, etc.

Pero está el problema de llevar las prendas al sitio. No hay servicios a domicilio. Recuerdo que  –años ha–  en Trujillo había un servicio de tintorería puerta a puerta.  Mi madre, que siempre trabajó fuera de casa, era asidua. Pero de sastrería, ni hablar. No hay. También me cuenta E. que en la Italia de la postguerra había costureras que se alquilaban a domicilio y se instalaban por un tiempo convenido en tu casa para hacer todos estos fastidiosos trabajos. Economías de postguerra.

Aquí en Trieste descubrí a un chino (!noooo!) que se dedica a esos menesteres, en el Viale XX Settembre. Lo que es raro, pues este viale, que es un paseo peatonal, tiene tiendas chic, y una tiendita de “se corta y se cose”, como que desentona en el lugar.

Es más, no pretende ni pasar desapercibida. Es un habitáculo mínimo y desde la calle, a través de una gran ventana de vidrio, ves estantes con cientos de bolsas de papel marrón apiladas hasta el techo en un orden casi maníaco y con claves en chino sobre fechas de entrega y descripción del trabajo realizado.  En primera plana, y como propaganda del sitio ves a un chino de carne y hueso  casi literalmente pegado a una máquina de coser. Siempre que pasas frente a la tienda, el chino cose impertérrito. Creo que se trata siempre del mismo, pero no se sabe. A lo mejor lo cambian los domingos. Los progresos de la democracia.

Además del sastre, de pie, un poco en segundo plano (no hay sitio sino para la silla del chino y su máquina) siempre hay una o dos mujeres. Si hay una, está siempre hablando (gritando, en verdad) apasionadamente en su celular. Si hay dos, están discutiendo apasionadamente entre sí.  El único sereno es el chino de la máquina.

Ya he ido varias veces a usar sus servicios. Cuando entregué por primera vez los tres pares de pantalones de  mi marido (dos nuevos y un tercero que serviría de modelo), el sastre miró fugazmente las prendas y asintió en señal de que había entendido. Las dos mujeres hicieron desaparecer lo pantalones en una bolsa en la que escribieron el código y me dieron un trozo de papel con un código semejante.

La operación fue tan veloz y tan sin rastros, que salí de la tienda con la sensación de haber perdido tres pares de pantalones, y la única prueba que tenía en la mano era un pedazo de papel con unos números.

Solo recuperé mi tranquilidad cuando tres días después rescaté los tres pantalones, el de modelo y los dos nuevos con el ruedo perfectamente hecho. Fueron 5 euros por cada ruedo…

Había pagado 10 por cada pantalón nuevo (en un negocio chino, no faltaba más), lo que hacía el servicio del ruedo, en comparación, muy caro. Pero 15 euros por un par de pantalones sigue siendo un buen negocio. Así que estuve muy contenta por un tiempo con mi nuevo sistema. Compraba ropa donde un chino que hacía arreglar donde otro chino…

The plot thickens!

Hace poco salió una oferta de una maquinita de coser. Una mini-máquina, eléctrica, simpática, que funciona también a pilas. Costaba 19 euros y yo tenía un bono de 7 euros por gastar quemándome la cartera…  Sintiéndome el as de las finanzas, invertí mi fortuna en esta máquinita que terminé pagando a 12 euros. Pensaba que con tres ruedos que hiciera ya habría recuperado la inversión inicial.

Cucciola: Altura 19 cm, ancho 17 cm, profundidad 6 cm. peso 700 g. Made in China (of coulse)
Cucciola: Altura 19 cm, ancho 17 cm, profundidad 6 cm. peso 700 g. Made in China (of coulse)

También pensé después que le estaba quitando trabajo al chino encadenado. Pero, por otra parte,  les daba trabajo a los fabricantes de la mini-máquina, que, obviamente, son chinos… y a lo mejor parientes del sastre. No sé. Dicen las malas lenguas que en China hay sólo unos 50 apellidos. Tal vez son todos familia. No sé… Sigue siendo una tierra de misterio. O de confusión, como diría aquella miss panameña, que en lugar de cerebro tenía un cajón de sastre,  y  que creía que Confucio había inventado la confusión…(para vergüenza latina, NO es broma).

Al final me he quedado con la sensación de que todavía queda mucha tela que cortar en este tema del import-export y posible trata de amarillos; con la sospecha de que hay una extraña conexión (china) en todos estos hechos, aislados en apariencia.

Mientras tanto, ya hice un ruedo (5 euros rescatados) y espero alcanzar pronto, a través de la costura, algo de la serenidad e impasibilidad de mi ex sastre chino…

Si eso ocurriera,  habrá sido un negocio ledondo.