!Temblad traidores!

Hoy recuerdo a Andrés Bello porque se cumplen 157 años de su muerte. Don Andrés es una figura entrañable para mí desde la infancia. Y es desde esa infancia que lo quiero recordar.

Yo me crié en Trujillo, en enormes casas coloniales. De tiempo en tiempo, mi hermana pequeña (dos años menor que yo) y yo pasábamos las vacaciones de julio-agosto en casa de nuestra abuela materna, que en paz descanse, pero que tenía muy mal genio. Este mal genio se atenuaba o se acrecentaba (lo más frecuente) dependiendo de ciertas circunstancias.

Mi abuela solía dormir largas siestas durante las cuales los niños y niñas debíamos también dormir, o por lo menos guardar estricto silencio. La abuela se despertaba de pésimo humor siempre, y solo iba suavizándose a medida que tomaba sus largas tazas de café. Mi hermana y yo (siempre compinches) solíamos huir hacia el enorme patio que daba al río durante este período tan peligroso entre  el despertar-de-la-siesta y las varias-taza-de-café de nuestra abuela.

¿Y Don Andrés Bello? Aquí viene…

A mi hermana y a mí —como a tantas otras niñas y niños— nos ponían de tarea aprender algunos versos de los interminables poemas de Don Andrés Bello. Nosotras habíamos extraído de uno de ellos el santo y seña para avisarnos del despertar de mi abuela, y la primera que lo detectaba decía (tratando de susurrar):

El león despertó

Y la otra respondía inmediatamente:

¡Temblad traidores!

Y dicho esto, y con sofocadas risas echábamos a correr (como la “tímida liebre”)  hacia  el patio liberador (nuestro «bosque atónito») … hasta nuevo aviso.

Sabíamos que era poesía, sabíamos que era de Andrés Bello. La imagen del león despertándose nos evocaba la imagen de nuestra abuela enfurecida y nos infundía el temor correspondiente.

Es así como uno debería crecer con el arte, pienso yo.

!Gracias por las hermosas palabras, Don Andrés!

Ah, si tienen curiosidad:

A la victoria de Bailén*

Rompe el león soberbio la cadena
con que atarlo pensó la felonía,
y sacude con noble bizarría
sobre el robusto cuello la melena.

La espuma del furor sus labios llena,
y a los rugidos que indignado envía,
el tigre tiembla en la caverna umbría,
y todo el bosque atónito resuena.

El león despertó; ¡temblad, traidores!,
lo que vejez creísteis, fue descanso;
las juveniles fuerzas guarda enteras.

Perseguid, alevosos cazadores,
a la tímida liebre, al ciervo manso;
¡no insultéis al monarca de las fieras!

* Celebra la victoria de los españoles en la Batalla de Bailén contra el ejército napoleónico.

Anuncio publicitario