Un viaje particular. Parte 2: El caballero de Malta

(En el episodio anterior la protagonista ha observado entre los pasajeros del vuelo Caracas – Roma una familia sospechosa que no obstante no es revisada antes de subir a bordo. Se monta preocupada al avión).

Pues sí mes amis, no las tenía todas conmigo. La familia de Ahmud y Parveen se quedó en los asientos de adelante como correspondía a una familia con niños y he aquí, como deducen a esta altura los inteligentes lectores, que era una sencilla familia como cualquier otra. De otra religión, sólo eso. Imagino que a las monjas en sillas de ruedas tampoco las revisaron… El padre de Ahmud y Parveen se las arregló para mantenerlos en paz el resto del viaje y en toda la noche no se hicieron notar. Cosa que todos agradecimos.

Pero esto lo sabemos al final. Si retrocedemos al inicio del viaje, me encuentran abordando con temor pero buscando mi asiento que era una ventanilla en las filas de dos pasajeros. Allí iba yo leyendo los números y deseando mentalmente “dioses,  que me toque al lado una mujer, delgada y limpia, que no se perfume y que no hable mucho”. Ya se imaginarán porqué: mujer porque ellas no se sientan despernancadas, ocupando los reducidos espacios para estirar las piernas; delgada, para no ir frotándome de brazos con ella por 10 horas; que sea limpia por razones obvias, pero que no se perfume, porque hasta Chanel  # 5 en la nariz por 10 horas atosiga.  Y que no hablara mucho porque yo tenía intención de dormir toooodo el tiempo.  ¡JA!

Me tocó un señor italiano de unos 57 años, grande pero no gordo, con un pañuelo de seda alrededor del cuello, limpio y sin perfume. Close enough pensé.  A lo mejor él había deseado interiormente que le tocara una venezolana de esas con implantes mamarios (no necesariamente PIP) y el escote de rigor para exhibirlos. !Nada es perfecto! Se levanta, me deja pasar a mi ventanilla, nos sentamos resignados ambos y callados. Pero después de despegar y al rato, cuando sirven el trago de vino  antes de comer, y tal vez por la acción del vino, hicimos algunos comentarios y en poco tiempo el hombre ya me está contando toda su historia. Que resumo para ustedes SIN EXAGERAR  NI UN POCO. Al contrario, omito muchos detalles, por seguridad.

Comienza diciéndome que es un abanderado de la espagiria. Es decir, la difusión de los conocimientos de Paracelso. Y como tal, obviamente nuestro amigo ¡es alquimista! (En el siglo XXI).  Que tiene varias obras en sus manos en estos momentos, una de ellas es la re-introducción de la espagiria en Suiza. En Austria, según me cuenta, va viento en popa desde hace años.

Se confiesa un poco de izquierdas pero que siempre ha trabajado de acuerdo con la curia. Se ríe hasta más no poder cuando le menciono el dicho de mi abuela: Hasta con el diablo se puede trabajar: Basta no hacerle la cruz.

Y sigue: Que Pio XII y él son parientes lejanos, que ha participado en montones de obras piadosas en todo el mundo necesitado, como la creación de un hospital para niños en Rio de Janeiro a cuya inauguración asistió el propio Pelé de quien, por supuesto, es gran amigo.

También me aclara que todas estas obras no las podría llevar a cabo sin ser él quien es: ¡Un Caballero de Malta! Y ante mis ojos incrédulos se desanuda el pañuelo que lleva al cuellos protegiendo su preciada Cruz de Malta. Dios mío, Paracelso, la espagiria y la Cruz de Malta en tan reducido espacio. ¡Me agarro fuerte de mi asiento!

Luego pasa a contarme que también está dedicado a recomponer la obra dispersa que dejó su mejor amigo quien murió hace 12 años. El hombre derramó un par de discretas lágrimas y me dijo que su amigo fue un auténtico genio de la alquimia y que había descubierto el secreto ¡de la transmutación del plomo en plata!

Después de un silencio largo, porque a este punto ya no sabía qué se podía responder o comentar ante una confesión de este calibre, me dice que su amigo, antes de morir le entregó este secreto a la organización más poderosa del mundo: ¡el Vaticano!

La cabeza me da vueltas y no es por el poco vino que tomamos. Ya a este punto me siento protagonista de una novela, de Umberto Eco, por lo menos. Sólo atino a preguntarle como quien no quiere la cosa y en un hilito de voz: ¿Y usted … qué hacía en Venezuela? Mi socio que está sentado atrás y yo  –me responde– estábamos asesorando unos proyectos de turismo….. Yo no me atreví a preguntar si los proyectos eran del gobierno. Lo dejé así.

Después de la larga conversación se fue atrás a hablar con su socio: al momento del descenso descubrí que también el socio llevaba un pañuelo idéntico al cuello. Es decir, era !otro caballero de Malta!  !So simple!  Ya a este punto para mi todo era normal. Ahmud y Parveen se habían transformado en ángeles (que también los hay en el islam),  y casi todos los males de la tierra se curan ingiriendo los hilos de oro que se producen en la transmutación de las gotas del rocío (esto me lo dijo el caballero famoso, swear to god!).

Al descenso, el Caballero me dio su tarjeta, con dirección, email y teléfono por si quería saber más de estas cosas…

Días después, ya en casa,  leyendo sobre Paracelso, vi en una página web que hay algo que se llama las 7 reglas de Paracelso. Y la sexta, una de las más importantes dice:

6.  Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.

¿Puede alguien sugerirme qué pasó aquí? Está bien que in vino veritas, pero fue sólo un vaso, ¡por dios!