Abue y los murciégalos

No es un error del título. Dice murciégalo,  no murciélago. Porque mi abuela materna lo decía así. Y también mi abuelo.

Y es que en su casa se hablaba mucho de estos animalitos que ahora están tristemente de moda. !Esta abuela era única! En verdad, durante toda mi vida estuve rodeada de mujeres originales. Mi abue lo era, y ¡como! Le gustaba dormir en la oscuridad total y dormía sola. Su marido dormía en un cuarto adyacente porque era imposible dormir con él. Roncaba muy fuerte y desde las cuatro de la mañana hasta el amanecer hablaba solo, en voz baja.

Pero me distraigo en el recuerdo como siempre. Abue dormía en un cuarto oscuro, incluso de día, en una de esas casas coloniales de techos altos y patio central con jardín exuberante. En su habitación había murciélagos, o como decía ella, murciégalos.

Y no había manera de que los quisiera sacar de allí. Su hija menor, que era enfermera, de vez en cuando reiniciaba la lucha anti-murciélago que ella sabía perdida de antemano. ¡Pero que no se dijera que no se preocupaba por la salud de su propia madre! Y los diálogos de vez en cuando iban así:

—Le repito que hay que quitarlos, mamá

—¿Te están molestando a vos? (la hija le habla de “usted” y la madre le responde de “vos”, como es usual en mi tierra).

—No

—¿Y entonces?

—Perjudican la salud, mamá.

—¿Me veis enferma?

—No, pero…

—Dejalos quietos, entonces, que me acompañen. Si ni siquiera se mueven.

Y era cierto. Imagino que se alimentaban de alimañas como insectos, polillas, o pequeñas lagartijas que también paseaban a su aire por las altas vigas de madera.

Mi hermana pequeña y yo entrábamos a escondidas al cuarto de la abue queriendo divisar en el techo oscuro a estos animalitos también oscuros. Pero en vano. También, en secreto, nos burlábamos de la forma en que la abue decía la palabra: murciégalo. Pensábamos que, como era vieja (tendría cincuenta años en esa época, una anciana, para nosotras), había olvidado la pronunciación “correcta”.

Muchos años después, estudiando historia de la lengua, me tropecé de nuevo con los murciégalos de mi abuela y me enteré de que en verdad la palabra “correcta” había sido murciégalo, como decía ella, con una etimología conocida: mur: del latín mus, muris, que significa ratón y caeculus  que significa cieguito; mur-ciego, mur-ciégalo: ratón cieguito.

Fue murciégalo hasta que alguna gente comenzó a invertir las sílabas originales y a decirlo “mal”. A decir “murciélago”. En pocas palabras, de acuerdo con la etimología, la única que sabía decir bien la palabra… !era mi abuela! 

Hacer una guerra por las palabras “correctas” es lo más inútil que hay. Ellas andan solas, y deciden si se quedan o se largan, con quién se quedan, y cuál forma van a adoptar…

Hay que seguirlas con cautela y, sobre todo, elegancia. Solo eso.

El resto es masturbatio, o si se quiere, palea.   

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