
Tiempo: Un “día” cualquiera después del Big Bang.
Lugar: Algún punto del Cosmos mucho antes del advenimiento de los olímpicos (no lo juegos, sino los dioses).
Personajes: Gea, Ouranós (Urano), Kronos. Mucho después, Rhea y Zeus
Los hechos: Gea y Ouranós predicen que Kronos (su propio hijo) va a ser asesinado por uno de sus descendientes. Pero, ojo, Kronos no era ningún inocente. En otro espaciotiempo había castrado a su propio padre (Ouranós = Urano) porque este impedía a la madre, Gea, parir a sus hijos. Pero el tiempo (pun intended), que todo lo sana, había transcurrido y ahora reinaba Kronos, quien debía ocuparse de su propia supervivencia ante la posibilidad de ser asesinado por sus propios hijos. Como era una divinidad y tenía todo el tiempo del mundo (él era El Tiempo) se le ocurrió unir lo útil con lo placentero y entonces hijo que le nacía, hijo que se comía. Como quien dice: dos pájaros de un tiro: salvaba el pellejo (por lo de la profecía) y consumía proteínas. Problemas extremos requieren soluciones extremas.
Pero Rhea, la consorte (y hermana, por cierto, ya que estamos en la divina chismografía) de Kronos, distrae al marido y logra salvar a Zeus, quien fue enviado lejos de las divinas moradas y alimentado por una cabra, o por una ninfa, no se sabe bien: estos griegos no eran muy exigentes en ciertos aspectos. Si tenía tetas, igual daba cabra que ninfa.
Como profecía se respeta, Zeus, vuelve a la casa paterna y, por supuesto, fragua planes para matar el tiempo, mejor dicho el Tiempo…es decir, a Kronos, el padre. !Dioses, qué confusión! Bueno, no lo mata, que se lo merecía, pero lo envía al Tártaro y se queda con el poder…
La onda titanicolímpica me viene hoy porque en la primera plana de un diario italiano serio viene la noticia espeluznante de que un digno seguidor de QAnon y los Illuminati con sus innumerables teorías conspiranoicas, antivacunas incluidas, un tal Matthew Tylor Coleman, mató a sus dos hijos de 2 años y 10 meses, respectivamente, usando las flechas de su arpón de pesca submarina, porque había descubierto que los niños tenían ADN de serpientes, es decir eran unos monstruos en potencia y no podían dejarse vivos sobre esta tierra. En sus palabras (traducidas por el diario): “Tenían ADN de serpiente. Los maté porque al crecer iban a transformarse en monstruos”.
…como si el tiempo no hubiera pasado.
NB: Muchos amigos me reprochan mi gran pesimismo sobre la humanidad y su destino.