Promesas cumplidas #HistoriasdelaHistoria

Un día de agosto de 1927 en Hialeah, Florida.

Paul Tibbets, casi un niño,  descendió del avión que en la feria de Hialeah de ese año daba vueltas sobre el pueblo y lanzaba chocolates al público en pequeños paracaídas.

Ese boleto de vuelo, regalo de su madre, era lo mejor que le había ocurrido en su breve vida. Estaba todavía rojo de la emoción cuando bajó la escalerilla y corrió hacia los brazos de Enola, su madre, que lo esperaba orgullosa y enternecida.

Hijo y madre se abrazaron con pasión como hacían a menudo. Paul se separó de ella un poco (el perfume de su melena roja era irresistible) y le dijo:

«¿Sabes madre? Hoy he decidido que voy a ser piloto. Volaré un avión inmenso algún día y llevara tu nombre. Te lo juro».

La madre lo miró seria y le dijo:  «No importa nada, Paul. Puedes ser lo que quieras de mayor. Pero prométeme que siempre serás mi pequeño, my little boy». Y volvieron a abrazarse.

6 de agosto de 1945.

El general Paul Tibbets se detuvo un momento ante el Boeing B-29-45- MO Superfortress para observar si el nombre era bien visible y, sobre todo, si estaba bien escrito: ENOLA GAY decía en grandes y vistosas letras en un costado. Sonrió enternecido. Sabía que su madre estaba oyendo las noticias en ese momento. Recordó de nuevo aquel día lejano de feria de pueblo. Había cumplido su promesa.

«Bueno madre», se dijo antes de subir la escalerilla,  «aquí va tu pequeño Paul en una misión que la historia no olvidará. Aquí va tu little boy».

A las 8:15 del 6 de agosto de 1945, el Enola Gay, pilotado por el general Paul Tibbets, dejó caer la primera bomba atómica del mundo —que había sido bautizada Little Boy—  sobre Hiroshima, causando la muerte de tres cuartas partes de su población.