Alicia adorada

Alicia adorada
Alicia Hernández

Juancho Polo Valencia, juglar, parrandero, poeta, pobre de solemnidad (¿ya dijimos poeta?) se enamora de la joven Alicia María Hernández. Se casan y se la lleva a vivir a Flores de María, región del Magdalena, un caserío perdido de difícil acceso, aún hoy.

Como el trabajo de un trovador es andar girando el mundo con sus canto a cuestas, Juancho Polo Valencia (Valencia, para sus amigos) está en una de esas vueltas cantando en cuanta esquina se le atraviesa cuando (tarde) le llega la noticia de que su adorada Alicia se había muerto. Alicia murió joven, sin cuidados, en una población extraña que seguramente ni la aceptaba como a una del lugar. Miserias eternas del ser humano.

Cuando el trovador se aparece, ya ella lleva tres días enterrada. Con el corazón destrozado se empuja una botella, la más fiel compañera del músico, agarra su acordeón y se va a la tumba aún fresca de Alicia. Sus amigos de parranda oyen estupefactos la música que llega desde el cementerio, cogen sus instrumentos y se van a acompañarlo. A realmente acompañarlo en el sentimiento.

Había nacido, lo que un gran amigo italiano me describió, hace muchos años, como la mejor canción de amor que —a su juicio— había oído.  “Alicia adorada” que es uno de los vallenatos más oídos en el mundo gracias a un revivir reciente de estas músicas.

Ahora, cuando ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, pienso que es difícil permanecer indiferentes ante el vallenato. Lo amas o lo detestas. No hay punto medio.

El vallenato en su origen era eso, era “Alicia”. Narración del aquí y ahora. Expresión inmediata de lo que estaba pasando, bueno o malo, trágico o cómico; o todo a la vez como en La muerte de Abel Antonio donde Abel Antonio, que se ha ido a correr el mundo aparece al cuarto día de su velorio porque lo daban por muerto. Abel Antonio entonces reclama a amigos y familiares que le hagan los 5 días del velorio que le restan. El jolgorio de la muerte burlada. Tema eterno.

Los cantores del vallenato, que en verdad eran cantautores, casi siempre iban de aldea en aldea cantando sus opiniones: lo que sentían ante el amor, la vida, la traición, la muerte. Y, obviamente, tenían muchos seguidores. Facebook avant la letre, como quien dice.

Pero también cantaban sobre hechos ocurridos en otras poblaciones. Estos trovadores eran la red social de mucha gente, ejerciendo una suerte de periodismo musical. Tal vez por eso la pasión del periodista que había en García Márquez por el vallenato. Como epígrafe de Amor en los tiempos del cólera está un versos de «Diosa coronada«, compuesto por el cantautor ciego Leandro Díaz: En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada.

Las letras de muchos vallenatos clásicos (previos al boom Binomio de Oro o Reinas del vallenato) parecen crípticas. No pueden entenderse a menos que conozcas los personajes de la narración. La Gota fría, por ejemplo. ¿quién era Moralito? ¿Por qué lo insulta el cantante Zuleta llamándolo “indio Yumeca sin cultura” (el vallenato es todo lo contrario a lo politically correct). Casi nadie sabe que los protagonistas de la Gota Fría (Emilio, Mile, Zuleta y Lorenzo Morales) tiempo después del célebre concurso e insulto musical se reconciliaron, y se prometieron que al morir uno de ellos, el otro dejaría de cantar. Así pasó. Como la vida misma.

Pero muchas veces el vallenato sale de su aldea, de la narrativa personal, y se eleva de manera universal para hablar de la vida, del amor, de la muerte de formas que sí nos tocan. Que llegan a cualquier parte:

Adondequiera que uno muera, ay hombre, toda la tierra es bendita. Y ya cuando el alma se acaba, se retira de este mundo. Y en aquel sueño profundo, ay hombre, la vida se vuelve nada. Y en aquel sueño profundo, ay hombre la vida se vuelve nada.

Oyendo estos versos pienso qué hubiera sido de la vida de Calderón de la Barca si hubiera tenido un acordeón.

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

Y en aquel sueño profundo, la vida se vuelve nada. 

!Ay, hombre!