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Vino Sansón…

…y derribando las columnas dio muerte a los filisteos.

Sansón me puso en aprietos cuando yo estaba en cuarto grado de primaria. Yo estudiaba en un colegio de monjas y leíamos un simpático librito llamado Historia Sagrada, que era una versión «light» del Antiguo Testamento adaptada para niños. Allí se contaba la historia clásica que algunos recordamos: Sansón era un buen hebreo, con superfuerza y algo brutote (esto es redundante, tal vez) que debía luchar contra los enemigos de turno: los filisteos.

Aquellos contratan a una mujer (Dalila) para que lo seduzca y le averigüe el secreto de su fuerza. Él le dice que está en sus cabellos. Dalila se aprovecha del sueño del fortachón y se lo corta (el cabello). Sansón pierde la fuerza y los hebreos (temporalmente) a su superhéroe. Los filisteos hacen de las suyas, pero mientras tanto, a Sansón le vuelve a crecer el cabello. Y en una oportunidad, aprovechando que había mucha gente reunida en el templo de los filisteos (y que Jehová le había devuelto la fuerza) derrumba las columnas  y la construcción cae dando muerte a jefes, sacerdotes,  filisteos del vulgo, y a él mismo. Esta es la versión breve de la Historia Sagrada.

El Viejo Testamento, en cambio, cuenta la historia completa que es larguísima. Entre otras cosas, cuenta que Dalila ha tratado de engañarlo ya cuatro veces antes del episodio de la pérdida capilar. Como sabemos,  fuerza e inteligencia, rara vez van de la mano. (Si no están de acuerdo, piensen en Silvester Stallone y Arnold Schwarzeneger: !ajá)

Entonces, yo me había leído la versión completa en una biblia –católica– que había en casa y le pregunté a la hermana Patrocinio (¡juro que se llamaba así!) por qué en nuestro librito no aparecía el episodio de las cuerdas mojadas, ni la de las cuerdas nuevas, ni la de los dreadlocks. No obtuve respuesta, ni gané nada con mi intento de “erudición”.  Al contrario, me reprendieron públicamente por lecturas indebidas. Patrocinio no patrocinaba este tipo de actos.  No sé por qué la religión católica se avergüenza tanto de estas historias del Viejo Testamento.  Prefiere no hablar de ellas. Ya ni siquiera resumidas y edulcoradas se las cuentan a los niños. Y créanme, el Viejo Testamento ¡!!tiene cada cuento!!

Una de las 10 cosas que dicen los entendidos que hay que hacer en Trieste es ir al teatro Verdi, a la ópera. Es así que un día me decidí por algo liviano y para lo que hubiera asientos libres, decentes y no tan caros. Y la elección recayó en ¿coincidencia? Samson et Dalila de Camille Saint Saënz. Yo no es que sea conocedora ni mucho menos. Era mi primera vez en una ópera real.  Pero me documenté lo suficiente como para disfrutarla. ¡Ya hasta cantaba la famosa aria de amor y todo! Uno es maniático, ¡qué se hace!

Ya en el Verdi pude darme cuenta de que modernamente han añadido unos subtítulos discretos arriba del escenario que se leen bastante bien desde cualquier parte. Se pueden imaginar que las palabras de las óperas ya complejas de por sí, pueden hacerse ininteligibles si añadimos la forma cantada y  los variados acentos de los artistas. El tenor de esa noche era un coreano: (no coriano) Donwong Shin, go figure!

En resumen, puedo decir que disfruté inmensamente la música. Incluso el final, que hubiera podido ser una torta, no lo fue. Porque poner en escena en un teatro no tan grande el derrumbe de un templo requería de bastante ingenio. Y lo hubo… Con juegos de luces adecuadas, y una buena interpretación por parte del coreano, el final se salvó completamente.

Al salir de la ópera me tocó mi buena hora de reflexión caminando de regreso, porque  ya no había transporte público en Trieste, que tiene alma de pueblo. No se veía un  taxi ni pa’ remedio.

Pensaba en el camino que el nombre Sansón ya no le dice nada a casi nadie que no lea el Antiguo Testamento como práctica. Para mucha gente Sansón solo evoca un vino dulzón y fuerte que era famoso en Venezuela en los 70 como reconstituyente y se tomaba con dos yemas de huevo (vieja receta de Dalila).

Así pasó con muchos otros nombres poderosos que se fueron quedando sólo con algunos restos de los viejos significados. Con una especie de migas semánticas que cayeron debajo de la mesa en un descuido de la lengua.

Sansón para un vino; Ajax, de la mitología griega (se leía Aiax, en griego) !para un limpiador! Otelo (el moro de Venecia de Shakespeare) era un nombre muy popular para perros cuando yo era niña. Mi abuela (la de La perica, claro) decía que un perro que se llamara Otelo resultaba buen cuidador (celoso, como quien dice). Y que además se le podía entrenar para agarrar al ladrón con el comando ¡Otelo, cogelo! que rima en el dialecto de mi tierra, donde se vosea.

¿Y de Avon? Sólo nos suena el ding dong del timbre de la puerta anunciando “Avon llama”

!que no es precisamente una invitación a leer las obras de Shakespeare!

Casas de Stratford-on-Avon
 
Nota: La compañía «California Perfumes» pasó a llamarse Avon cuando McConnell uno de sus dueños visitó la ciudad natal de Shakespeare que se llama Stratford-On-Avon en Inglaterra y se le pareció a su región natal, Suffern, en New York. Curiosamente, la compañía California Perfums antes de vender perfumes fue una casa editorial, la Union Publishing Company para la cual trabajó de joven Mc Connell vendiendo libros, revistas, panfletos y otros impresos…. de puerta en puerta.