1300 aC, tal vez. Príamo y Hécuba, reyes de Ilión, han perdido a su hijo Héctor en la guerra de Troya. El anciano Príamo decide rescatar su cadáver que permanece todavía en el campo enemigo para, al menos, darle un entierro digno. Es lo único que ya puede hacer por su valeroso hijo.
Príamo, rey de Troya, se prepara y reúne las riquezas que servirán de rescate. Llega al campamento enemigo, entrega el rescate a Aquiles, rey de los Mirmidones, y doblegando toda su ira se humilla ante él, quien accede a entregarle el cuerpo del hijo muerto. Pero Aquiles, antes de la entrega del cadáver invita a cenar a Príamo con un argumento que es una historia dentro de otra historia, como acostumbra Homero. Le dice que es mejor ir a comer porque incluso Níobe, después de que Apolo y Artemis le mataran a sus doce hijos a flechazos, en medio del atroz dolor de la pérdida, tuvo que hacer espacio en su sufrimiento para alimentarse.
Darcy Gómez de Ramírez es una mujer venezolana de Capacho, Táchira. Esta Níobe venezolana fue también prolífica. Tuvo ocho hijos. Paola Andreina se llamaba una de ellos. Muere atravesada por una bala, en uno de los tantos campos de batalla que desde hace ya años se forman en un país, que a fuerza de historias increíbles ya parece lejano, casi mitológico, pero que existe, dolorosamente, y que es el nuestro.
La noticia sobre la muerte de Paola Andreina está ilustrada menos poéticamente que la de Héctor en la Ilíada, naturalmente. Pero hay tantas cosas en común en ambas tragedias humanas. Los padres de Paola Andreína también han sido humillados hasta el final por el enemigo. Durante las ceremonias póstumas para enterrar con dignidad a esta joven valiente, los padres fueron retirados del funeral para ser sometidos a un interrogatorio. Ni siquiera se les respetó esos últimos momentos que debían haber pasado con su hija muerta.
La indigna noticia está acompañada con una foto terrible. La foto de la madre mirando por última vez a su hija. Es el rostro de la desolación, es la cara del desamparo. La cara de Darcy no tiene ninguna semblanza épica. Es una cara trágica.
La cara de Venezuela.