Acojonada. Ese es el calificativo que por varios días anduve buscando en mi mente para describir la última cara que exhibe Tibisay Lucena, Presidenta del Consejo Nacional Electoral de la República Bolivariana de Venezuela.
El acojonamiento –palabra del español peninsular–, está definido como una mezcla de acobardamiento y estupor ante una situación de la vida.
Escriben las malas manos (porque lo he visto escrito, no me lo han dicho, para escoger el “dicen las malas lenguas), que esta nueva millonaria de la revolución vive desde hace tiempo a todo trapo en una mansión adquirida en Loma Alta, Caracas. Con razón decía Quevedo en El Buscón que la belleza y el dinero son difíciles de ocultar… Es por eso que sabemos que la mansión está dotada de piscina y todos los lujos posibles, incluida una poderosa planta eléctrica para que la princesa Tibisay no sufra una de las calamidades que afectan a toda la plebe venezolana chavista y no chavista : la falta del no-tan-fluido eléctrico.
También escriben los asalariados del imperio gringo (por lo tanto debe ser falso, falso) que la ahora-acojonada señora suele visitar Los Roques en jet particular y fuertemente custodiada, no vaya a ser que se atraviese un abucheo, una rechifla, un cacerolazo, que altere el éxtasis de sus compras habituales.
Entonces, con tanto bienestar y tanta prebenda ¿qué ha pasado Tibisay?. ¿Por qué esa cara? ¿Ya no te gustan Los Roques? ¿O es que has leído sobre el origen de tu nombre?
Sabías que Murachí, cacique Mocotíe de la Sierra Merideña y enamorado de la princesa Tibisay le dijo a esta antes de morir:
“Huye Tibisay, ocúltate en el monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serías su esclava”.
¿Será que has caído –al fin– en cuenta de que los cubanos son extranjeros y tú eres su esclava desde hace un rato largo?
Te comprendo Tibi. Te entiendo, princesa. Yo estaría también acojonada.
Pero no te preocupes. ¿Mataste el tigre y te vas a asustar del cuero? Pregúntale al padrecito Raúl y te dirá su verdad:
La revolución pasa… pero el dinero queda.
Y quedan también la tristeza de tener el dinero(si es que queda) y no poder disfrutarlo, saberse una paria más para la que no habrá lugar en la tierra donde esconderse sin que aparezca algún venezolano a señalarte y gritarte públicamente lo que eres…lo que has sido, y hacerte saber lo que serás hasta que tu malvada e indigna vida termine
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Desearía que fuera así…
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