No incidas, !no insistas!

orinando

Nos dice la gramática que un inciso “es una expresión que se incluye en una frase, oración o texto para complementar el discurso” y añade que “se distinguen incisos explicativos e incisos determinativos”.

Muy bien, un ejemplo de inciso explicativo sería lo subrayado (y en azul) en la siguiente oración: Los libros de inglés, que ni siquiera has abierto, me costaron muy caros.

Ahora bien, desde el punto de vista discursivo el inciso es muy rico. Funciona como una pequeña isla con entonación propia y hasta con gestualidad propia. Hace tiempo, mi colega E. Mora y yo estudiábamos estas cosas de la sincronía del gesto y el habla y encontramos, por ejemplo, que en la parte nuclear de un inciso, la frecuencia de la voz y el gesto de la mano guardan una relación muy estrecha. No tiene nada de raro. Un inciso es a veces como una ventana momentánea que se abre para dejar ver al oyente el sentir del hablante sobre lo que está diciendo en ese momento. Por eso el inciso es potencialmente peligroso. El hablante se desvía del camino principal (de la oración), hace una incursión rápida en otro camino, y debe retornar a la ruta trazada originalmente.

Pero, un momento. En ese desvío pasajero puede perder el rumbo, puede desorientarse. Imaginemos por un momento que vamos por una senda que lleva a varias desviaciones pero nos dan ganas de orinar y nos metemos entre unos arbustos (eso es precisamente el inciso: las ganas de satisfacer una necesidad íntima detrás de un arbusto), y al salir nos desorientamos y “retomamos” el camino, pero en verdad nos vamos  por uno equivocado … Puede pasar.

Perderse en una excursión es peligroso, pero perderse en una oración por culpa de un inciso lo es también. Sobre todo hoy en día que no hay nada oculto entre Nube y tierra.

Pues exactamente eso es lo que le pasó al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela cuando dijo en un discurso (el 4 de enero) tratando de explicar el nuevo gabinete: “cuando uno descansa, cosa que yo no hago nunca, el cerebro se activa”.

Ahí vimos al pobre presidente tratando de caminar pesadamente por la jungla del lenguaje, saliendo a orinar en los matorrales del inciso (subrayado), regresando a lo que cree que es el camino original y perdiéndose. El desventurado tenía un plan original que era o debería haber sido  “cuando uno descansa, el cerebro se activa”. Pero le dan ganas de abrirle a la audiencia una ventana a su intimidad para decirnos que en verdad él siempre está luchando, siempre trabajando, siempre combatiendo por el bienestar de su pueblo y por  la revolución. Ahí es cuando le da por el inciso (… «,cosa que yo no hago nunca,»…) y sale de entre los matorrales todavía con la bragueta abierta… y se pierde.

Él no tiene la culpa en el fondo. Es el bendito lenguaje y su implacable estructura. Le tiende trampas hasta al más pintado de rojo.  Pero cuando uno le oye una frase como esa, no sabe ya si mandarlo a cagar o, en este caso particular, mandarlo a dormir.

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