«La donna è mobile qual piuma al vento». La mujer es voluble, como una pluma en el viento…
Así dice una famosa aria de la también prestigiosa ópera Rigoletto de Giusepe Verdi. Aria que más adelante propone: Siempre es desgraciado quien en ella confía. Y este es un ejemplo típico de lo que la religión, la literatura, el arte y cuanta manifestación humana existe, difunde sobre la mujer: el mundo de la mujer es caprichoso y poco confiable. Afirmación que implica la existencia del mundo “firme” y “seguro” de los hombres que se auto-presentan como víctimas del capricho femenino.
De nuevo manifiesto mi perplejidad por ciertas falsedades que a fuerza de repetirse pasan y siguen pasando por los siglos de los siglos como verdades incontrovertibles. Bastaría mirar sin prejuicios hormonales cualquier diario, o noticiario en ciertos períodos (elecciones, por ejemplo) para encontrarnos ejemplos vivos de la “firmeza” del mundo masculino. Porque vamos a estar claros, la política mundial (también la religión, el arte, etc.) está, en un porcentaje abrumador, en manos masculinas.
No dejo de asombrarme, por ejemplo, de los súper XY, líderes de las dos Coreas: Kim Jong-un y Moon Jae-in. Hasta ayer, haciendo vivir a sus respectivos países de espaldas uno al otro, odiándose, despreciándose, vigilándose, recelando(se), prometiéndose destrucción eterna…
¿Y hoy? Veo en los diarios las fotos de los protomachos conmovidos que se hacen ojitos, se abrazan enternecidos, se soban, caminan tomados de la mano y plantan arbolitos juntos.
No me interpreten mal. No es que quiera que sigan en guerra. ¡Bienvenida sea la paz en el mundo! Aleluya. Gloria a Dios en las alturas, etc, etc. Lo que pasa es que esa brusca transición del puñal al beso me hace dudar de los “principios” que había detrás del puñal…o los que hay ahora detrás del beso, claro. Y me hace pensar que el mundo está más gobernado por las hormonas masculinas, por la testosterona, de lo que uno piensa. Hormonas que, al final del cuento traerán siempre más desgracia cuando se descarrilan que los humildes estrógenos femeninos que, a final de cuentas, lo que persiguen es la continuación de una extraña especie sobre esta desafortunada tierra.
“Siempre es desgraciado quien en ella confía” decía el aria mencionada. De acuerdo, Pero “ella”, en este —y muchos casos— , se refiere a la testosterona.