La señora Celestina P. (así la nombra el periódico local triestino Il Piccolo) declara que desde hace tiempo oye suspiros, pasos y susurros en su casa.
Su casa, en Trieste, es un apartamento en un viejo edificio de la via della Ginnastica 37. Vive con su marido, pero ella es la que declara a los diarios. No es una persona anciana. Es una mujer de 47 años bien llevados y buena forma física (según el periodista) que hasta hace poco era vigilante privada.
La señora Celestina y su marido quieren librarse de esta compañía indeseable de pasos y susurros. Tienen de su parte las sagradas cenizas Vibhuti del culto de Sai Baba como protección. Porque aunque Celestina y su marido son protestantes, también son devotos de Sai Baba y tal vez encuentren más refuerzos contra los malos espíritus en este culto que en el protestantismo.
A pesar de las cenizas, los suspiros no cesan, los pasos no se alejan. La señora Celestina y su marido han nacido católicos y, obviamente, saben de la existencia del exorcismo. Examinan la posibilidad de pedirle a Don P., el párroco católico local que considere el caso. Pero está también el padre Rasko, el poderoso sacerdote ortodoxo serbio. Comparando el raquítico sacerdote católico con la vigorosa figura barbuda del serbio, eligen a este último como mejor contendiente del diabólico espíritu que últimamente se atreve a aparecerse fugazmente en los espejos en forma de mujer anciana.
Celestina, también estudiosa del feng shui, como declara al diario, sueña que bajo el edificio corren aguas impuras. También sabe, sin necesidad de tanta magia que con la agilidad de la burocracia italiana debe olvidarse de que las Autoridades de las Aguas Impuras (cualesquiera que estas sean) tomen cartas (aunque sean del Tarot) en el asunto.
Se deciden por el enérgico padre ortodoxo serbio Rasko, quien se persona en el lugar y pronuncia ante el espíritu graves y antiguas palabras de las fórmulas sagradas eslavas, aunque en perfecto dialecto triestino. A un fantasma triestino hay que hablarle en su lengua. Sin embargo, nada pasa. El espíritu no muta ni se inmuta.
Como feliz ¿coincidencia? la pareja va en viaje de aniversario conyugal a USA, a Utah, donde aprovechan para consultar el problema con un viejo chamán que existe entre los últimos descendientes de la magia ancestral de los nativos americanos.
El chamán, lo juro por Manitú, les recomendó quemar ¡!salvia!! en los ambientes por donde circulaba el espíritu. El espíritu se fue para siempre.
Si esto no es globalización, mesdames et messieurs, no sé qué es.
Ps: un jodedor del foro de comentarios de este diario, de los que nunca faltan, opina que lo que ha pasado en este caso es que algunas de las variedades de salvia son alucinógenas y que al quemarlas, la feliz pareja ha agarrado una borrachera tal que les permite ahora vivir en paz con sus espíritus.
Ps2: les juro que es una noticia del principal diario de Trieste: