Subversiones

“Alice in wonderland” o “Alicia en el país de las maravillas” es un libro que casi nadie ha leído en versión original por considerarlo un texto para niños. El hecho es que es un tesoro de ironías, dobles sentidos, metáforas, juegos de palabras, acertijos y crítica social de la época de Charles Dodgson (alias Lewis Caroll). En él se presenta una escena sobre la relación entre palabra y poder que desde el primer momento me impactó.

En un encuentro entre Alicia y Humpty Dumpty que es un huevo bastante cínico (sin conclusiones, plis), Alicia le reclama :

 “El asunto es que no puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.

y Humpty Dumpty, desde la altura del muro donde está sentado (¿con qué culo se sienta un huevo?), le responde:

 “El asunto es quién es el que manda, eso es todo”.

Y con esta frase calla a Alicia y remata la discusión.

No he podido dejar de pensar en esto cada vez que la oportunidad lo amerita. Todo régimen autoritario ha tenido el dominio, el control, la subversión de la palabra. El procedimiento es “truquero” y se tienen varias posibilidades. Muy simplificado es más o menos así:

  1.  Se toma un concepto negativo (a veces atroz) y se lo «bautiza» con una o varias palabras inocentes.
  2. Se toma una palabra  inocente y se le re-asigna un significado atroz.
  3. Se toma un concepto negativo y se le “blanquea” el significado. Algo como el lavado de dinero.
  4. Se toma una palabra (o significante) pre-existente y se crea un nuevo concepto (o significado) paralelo generalmente negativo.

Como ejemplo de (1) tenemos el asesinato de judíos en masa en Alemania que fue propuesto bajo el nombre de “solución final”. Si nos damos cuenta, cuando pensamos en “solución”, pensamos en algo positivo siempre; y si es final, es una solución para siempre. Mejor solución que una que es para siempre no hay, cierto?

Como ejemplo de (2), recordemos que “reunión” (concepto inocente) pasó a ser sinónimo de “subversión” durante las dictaduras de Videla, Franco, Pinochet.

Como ejemplo de (3) tenemos el famoso “inciucio” berlusconiano. La palabra “inciucio” (se pronuncia “inchucho”) tiene en su origen connotación negativa, y su significado es “chanchullo”. Gracias a las prácticas políticas, sobre todo berlusconianas, pasó a significar simplemente un “pacto de no agresión política» entre partidos. Sigue siendo “chanchullo”, pero bien vestido, como las “escorts” de Berlusconi que siguen siendo putas, pero vestidas de Prada o D&G.

Como ejemplo de (4), !ay! Venezuela es un venero, una desafortunada mina para el estudio del cambio léxico.

Tengan paciencia y examinemos las palabras que siguen, cuyos significados han sido tomados de http://www.rae.es

Escuálido: Significado 1. adj. Flaco, macilento. Significado 2. adj. Sucio, asqueroso.

Oligarca: Significado 1. f. Gobierno de pocos. Significado 2. f. Forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social. Significado 3. f. Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio.

Apátrida: que carece de nacionalidad (por cierto, ¿que será de la nacionalidad de Nicolás?)

Burgués: Ciudadano de la clase media y dirigente acomodado que se caracteriza por un cierto conformismo social.

Majunche < macuache: indio que no ha recibido instrucción

Si nos fijamos en esta lista de palabras que parecen ser imprescindibles en el “manual del buen salvaje al mal revolucionario”, son tantas las preguntas que quedan en el aire: ¿quiénes son hoy en día los verdaderos flacos y macilentos de nuestro rico-pobre país? ¿Dónde están, quiénes son los oligarcas venezolanos en este momento? ¿Quiénes carecen de nacionalidad en Venezuela? ¿Cuáles son los miembros de la burguesía actual venezolana?

Pero el término que más me asombra y duele es “majunche”. ¿Cómo, cuándo y por qué llegamos a usar un término que fue despectivo hacia los indios como término simplemente despectivo? ¿Nos llamamos «indios ignorantes» entre nosotros mismos para insultarnos? Si lo hacemos sin darnos cuenta, por una enorme ignorancia de nuestro léxico y de nuestra historia, o por un extraño complejo de inferioridad es terrible. Si, en cambio, lo hacemos conscientemente, por cinismo, es espantoso.

Oigamos con atención a las palabras y hagamos un poco de silencio. En un país entregado al vicio de la logorrea irreflexiva, tal vez nos haga bien recordar que la palabra es siempre un disparo, pero que se devuelve.

Un búmeran, como quien dice.

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