Risus abundat…

¿Hay algo pecaminoso en la risa? Risus abundat in ore stultorum, o sea, «la risa abunda en la boca de los tontos«. Esto nos decían las monjas de mi colegio de infancia para enseñarnos las virtudes de la seriedad. El budismo, por otra parte ansía la imperturbabilidad ante los hechos cotidianos. Horacio en algún momento hizo el elogio de la “aurea mediocritas” es decir, el valor de oro que tiene la moderación en la vida, el punto medio de las cosas: la mediocritas. La risa no es un punto de equilibrio sino todo lo contrario, una (deliciosa, digo yo) pérdida de control.

El nombre de la rosa propuso la existencia de un libro aristotélico sobre la comedia. Un libro que debía desaparecer precisamente por su contacto o contaminación con la risa siempre sospechosa y poco digna. Sin embargo, en la Ilíada no era raro que los magníficos dioses se entregaran a tan trastornada actividad. Como cuando pescaron a Ares y  Afrodita en flagrante delito de adulterio.

Hay algo agresivo en la risa que hace que esta sea molesta a quien no participa de ella. ¿Recuerdan cuando éramos niños y nos daba por reír a lo tonto y sin parar para desesperación de los adultos? Muchas veces fui castigada por reírme cuando no debía. Es decir cuando la autoridad de turno no se reía. Y últimamente me río sola a menudo y hasta les sonrío a los desconocidos en los autobuses, sobre todo cuando me miran fijamente y con cierta agresividad. Mi sonrisa los desconcentra y descoloca. Tal vez porque al sonreír yo a veces enseño los dientes.

Pero para Stefano Leo, un turinés de 34 años que caminaba por la rivera del Po rumbo a su trabajo, una sonrisa en su cara fue –según su homicida— la instigación al asesinato de una cuchillada al cuello.

“No lo conocía. Lo maté porque se veía feliz”, confesó Said Machaouat, 27 años, italiano de origen marroquí, cuando lo interrogaron sobre sus motivos.

Sus palabras textuales: “Escogí a este joven porque andaba con aire de felicidad. Y yo no soporté su felicidad. Quería matar a un joven como yo. Quitarle todas sus esperanzas, sus hijos, arrancarlo de sus amigos y sus padres”.

Esta muerte-por-sonrisa te hace pensar en la amargura y el rencor que arrastra la gente por el mundo. Una sonrisa desarma a menudo. Pero en este caso fue la gota que rebasó el vaso de quien ahora es un asesino.

De ahora en adelante si alguien me mirara fijamente, tendría que desviar la mirada. Al parecer, en esta época confusa, no está prohibido ser feliz, pero sí demostrarlo.

 

 

 

 

 

 

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