El pan es sagrado. Esto lo aprendí desde niña. Sea este de trigo, de maíz de centeno, de avena, de cebada. En casa no se botaba un pedazo de arepa nunca, por ejemplo. Si estaba verdaderamente incomible se desmenuzaba con los dedos y se les daba a las gallinas o a cualquier otro animal, que no faltaban en las casas de infancia.
Las cosas han cambiado mucho y la humanidad se ha vuelto más rica. En muchas casas de clase media sobra la comida. Hay que tirarla a la basura. Yo agradezco vivir en un apartamento que da a un patio donde se juntan gatos callejeros a comer lo que los dueños del edificio compran especialmente para ellos. Yo comparto algunos restos de comida con estos gatos y mi pan sobrante con las gaviotas que vienen a robar la comida de los gatos. Porque por primera vez en mucho tiempo no tengo animales propios para compartir las sobras. Pero nunca he tirado un pedazo de pan a la basura.
Hace poco, en Torre Maura, Roma, la alcaldía decidió dar refugio a 77 gitanos en una casa de acogida provocando la furia de muchos miembros de la comunidad. La gente de la zona, instigada por profesionales agitadores neofascistas de unas organizaciones que se llaman “Casa Pound” y “Forza Nuova” se congregó alrededor de las familias gitanas para no dejarlos entrar. En las familia, claro, había muchos niños que oían los gritos de odio contra sus padres y contra ellos. Un odio que un niño sufrirá y guardará en la memoria del alma, pero que no podrá entender. ¿Cuál es la culpa que se arrastra por nacer en una cierta geografía, en un determinado grupo humano? Un niño no ha elegido su grupo, ni su lengua, ni su color de piel o de cabellos. Ninguno de nosotros lo ha elegido.
La policía terminó escoltando a estas familias al interior de la casa asignada. Hubo también, sin embargo, en la comunidad, gente compasiva que les llevó comida para que paliaran su hambre en este primer día del nuevo sitio que Italia les otorgaba.
Los profesionales del odio, sin embargo, se encargaron de que esa comida no llegara. En un acto de profundo desprecio hacia todo tiraban el pan al suelo y lo pateaban y pisoteaban bestialmente. Cuando vi estas escenas en los noticiarios sentí que algo se rompía dentro de mí y se había roto también dentro de la sociedad italiana donde todo sobra pero no se quiere compartir con los castigados de la tierra.
Porque “los italianos son primero” como dice el eslogan del partido que seguramente ganará las elecciones europeas. El partido de el “Capitán” Salvini, como lo llaman seguidores y aduladores (le encanta un uniforme como al otrora “Comandante” Chávez), impulsa el odio y la aversión. Revuelve el sentimiento más bajo de la gente que termina pisoteando uno de los símbolos de humanidad más antiguos, un símbolo sagrado: el pan.
Los italianos seguramente pagarán caro cuando vean las consecuencias de elegir el odio en las votaciones. Pero, como siempre, será tarde. De “sapiens” la humanidad no tiene nada. La estupidez humana es el don mejor distribuido sobre la tierra. Ahora le toca a Italia demostrar que el pan, símbolo por excelencia de la civilización, ha dejado de importarnos. Y lo hará.
Hola Li. Sí. En todo esto hay buenos, por supuesto. La gente que llevaba la comida, por ejemplo. Tal vez «los malos» ni siquiera lo sean verdaderamente. Pero en oportunidades en que se sienten amenazados hacen el mal. Lo que me preocupa es que los políticos tipo Salvini o Chávez conocen estos miedos y los manejan a su antojo.
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Hola Lou, que deplorable comportamiento …. definitivamente mucha «gente» ha tenido oportunidades, «educación» y condiciones económicas favorables y ni así son capaces de salir de la barbarie… afortunadamente que hay quienes contrarrestan dicha barbarie y se comportan como humanos… Prefiero pensar en ellos y ver que si se puede actuar con humanidad y pensar que los buenos son la mayoría…. aunque me equivoque…
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