Las rancheras dan para todo. Describen casi cualquier situación en la que uno se pueda encontrar en la vida … si uno no trabaja en el CERN, claro está. Y quién sabe …
Uno de los versos de esta ranchera me vino a la mente cuando vi por TV la instalación de la nueva Asamblea. Quise verla completamente para no leer interpretaciones. Así como hace años quise ir a Cuba para experimentar en carne propia el “paraíso cubano”, el “mar de la felicidad”. En una de esas noches de mi visita a Santiago de Cuba, por cierto, coincidí con Adán Chávez en el restaurante del hotel donde me quedaba. Pero esa es otra historia. La historia de cuando los Chávez & Co se creían los dueños de Cuba y los bribones hermanos Castro así se lo dejaban creer.
Pero no divaguemos. No es sobre esto que va el artículo. Es un poco sobre la psicología del venezolano expatriado. Ya quedó atrás el sueño de la Venezuela que iba a ser un súper país y ahora convivimos con la pesadilla de la Venezuela que es un narco país. Y es así como un venezolano expatriado no puede abrir un periódico sin desear consciente o inconscientemente que en las noticias sobre narcotráfico o lavado de dinero no haya (más) venezolanos involucrados. A los ojos del mundo somos la peor Colombia, la de los 80 y 90.
Uno abre las noticias con miedo. Deseando lo menos malo. Como cuando se lee sobre un crimen atroz y uno desea que la víctima haya muerto instantáneamente al primer golpe.
Con este ánimo de desear el mal menor fue que me puse a mirar la instalación de la nueva Asamblea una vez pasada la apoteosis del triunfo, o de la derrota, dependiendo del lado desde donde se mire.
Y con ese talante esperé el discurso del presidente de la Asamblea. Arrancó a hablar, con el tono carrasposo y petulante que muchos conocemos. Muy pronto me distraje del tono, para ir a la sintaxis. Y me di cuenta, con cierto asombro, de que su discurso tenía cohesión, en el sentido más restringido de la palabra. Es decir, los adjetivos concordaban con sus sustantivos en género y número, los verbos concordaban con los sujetos, los sujetos con los predicados, los pronombres relativos con sus antecedentes, y así por el estilo. Y para colmo, conocía y usaba con propiedad un pronombre cuyo uso “cayó en desuso”. Sí, se trata de “cuyo”, casualmente.
Y entonces sentí alivio.
Fue en este momento cuando oí a un monstruoso mariachi en mi hemisferio derecho (¿dónde más?) cantando bajito el verso de la ranchera:
Ando volando bajoooo
¡A qué abismos nos han lanzado en estos 17 años que ante todos los males del país, la rehabilitación de un pronombre caído me consolaba!