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Atapuerca y Miramare

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Reconstrucción de un neandertal

Mi última pasión son los neandertales. Leo las últimas sobre Atapuerca, ese gran banco de datos de la paleoantropología. Miro y remiro distintos mapas de las migraciones pre-humanas desde África. Me pregunto cuál ha sido el motor que nos ha hecho girar una y otra vez alrededor del mundo. Uno de los motivos obvios que vienen a la mente son comida, comida, y más comida.

Entonces pienso en la anorexia. Porque ese cerebro que heredamos de neandertales, denisovanos y floresiensis funciona así: examina algo e inmediatamente su contrario. Y a veces saca conclusiones.

La primera vez que oí la palabra anorexia pensé que tenía que ver con el ano. Ano-rexia me sonaba a ano-recto o algo así. Un ano políticamente correcto, que no quiere ofender. Resulta que la segmentación no es ano-rexia sino an-orexia: la ausencia (an) de apetito (orexis).

Bromas aparte,  mi pregunta es ¿qué lleva a un porcentaje (aunque sea ínfimo) de seres humanos a privarse voluntariamente de la comida cuya búsqueda fue en el pasado esencial para nuestro desarrollo? Si en las migraciones de nuestros antecesores intuyes la búsqueda de alimentos como uno de sus motores, la anorexia, entonces, viene a ser una como una actitud contra-humana. El alimento siempre ha sido la vida y el hambre la no-vida.

Y ya que mi cerebro sapiens sapiens había pasado de Atapuerca a la anorexia, recordé que el castillo de Miramare, en Trieste, albergó muchas veces una de las más famosas anoréxicas de todos los tiempos, la emperatriz Elisabeth de Austria, familiarmente Sissi, cuya biografía edulcorada se hizo famosa en los cincuenta a través de la película Sissi Emperatriz protagonizada por la hermosa Romy Schneider.

Elisabeth, Sissi, fue huésped muchas veces de su cuñado Maximiliano de Austria y su esposa Carlota dueños del castillo de Miramare, antes de que estos se trasladaran a México como emperador y emperatriz respectivamente, y antes de que Maximiliano fuera asesinado en tierra mexicana durante su breve imperio.

Se lee en la vida de Elisabeth de Austria, y se ve en las abundantes pinturas que quedan de ella, que fue una gran belleza en su época, obsesionada con su peso, su cabellera, su cuerpo en general. A la vez, era una gran deportista, apasionada de la equitación y del trecking. Era hiperquinética. En su obsesión por la delgadez, ayunaba a menudo y llegó a inventarse unos corsés de cuero muy difíciles de usar y que hacían que su proceso de vestido y peinado le tomara hasta tres horas diarias durante las cuales –y mientras sus damas la vestían y peinaban– también estudiaba idiomas porque era además hiperactiva mental. Cuentan que su cintura llegó a medir 40.6 cm, y que su peso siempre se mantuvo en 50 k para una altura de 1.72 cm.

Murió no de hambre, sino trágicamente, asesinada, como su cuñado Maximilano y su hijo Rudolf. Por un azar extraño, un anarquista italiano, de nombre Luigi Lucheni quería asesinar al Duque de Orleans, pero al fallar en su intento, se transó por cualquier miembro de cualquier familia real. Aprovechó una estancia de Elisabeth en Suiza para cumplir con su odio. Fingió tropezarse con Elisabeth cuando esta daba uno de sus paseos y le hundió un punzón fino como una aguja que le llegó al corazón. Elisabeth y su dama de compañía no se enteraron de que aquella estaba herida sino un poco después, cuando comenzó a sufrir desmayos. Allí descubrieron la herida, mínima pero mortal.

Hoy en día Elisabeth de Austria cuenta con un insignificante busto que pasa inobservado en la descuidada Piazza della Liberta’, al frente de la estación central de trenes de Trieste.

Dicen que hace poco el museo de Viena puso en exhibición la jeringuilla !para cocaína! (así como lo ves) que llevaba Sissi comúnmente en su maletín de viaje. Al parecer la cocaína inyectada era de uso médico común en el siglo XIX. De hecho, Freud, experimentando con ella, se había vuelto adicto. Sissi se la hacía recetar supuestamente para combatir la depresión. Pero seguramente (y es mi especulación) Sissi se había enganchado también por el efecto de la droga como mitigadora del hambre. Su adicción probablemente ayude a explicar no solo su delgadez extrema, sino su hiperactividad (efecto secundario del uso de la cocaína) que la caracterizó siempre. También se sabe que al fin de su vida terminó con los dientes negros y destruidos por el uso constante de la droga.

Los neandertales recorrieron un largo camino para llegar hasta Sissi, su antípoda, con quien, sin embargo, compartieron algunos pocos rasgos. El ser rubios por ejemplo. Y el no sonreír para las fotos.

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