!Ay mi perico…

Hemisferios izquierdo y derecho.

Se supone que la música es asunto del hemisferio derecho cerebral que es el hemisferio emocional. El lenguaje, en cambio, es procesado en el izquierdo, el hemisferio del razonamiento.

Pero resulta que las canciones combinan música con letras… Y ahí se complica la cosa. Pero sea como fuere, por más que una canción tenga  palabras, no se le puede pedir lógica; porque si se le pide, nos metemos en un berenjenal.

Las letras de las canciones producen efectos muy diferentes en quienes las escuchan.  Hay canciones  que a unos hacen reír, a otros entristecen, o aburren o enfurecen…qué se yo. La cosa se hace emocional, como vemos. La música derrota a la letra en este campo.

Tengo una amiga que hace años en una fiesta en Francia estaba bailando con un francés al compás de ”El Cuarto de Tula” del inolvidable  Buena Vista Social Club tan de moda en la época. En lo mejor del “sandungueo” de la fiesta, el amigo francés, muy cartesiano él,  le pide a mi amiga que le traduzca la letra de esa canción que le parecía tan alegre…

Para refrescarles  la memoria, la canción comienza diciendo que los bomberos van a casa de una tal Tula a apagar un incendio porque se le está quemando la habitación. Y el coro dice así en repetidas ocasiones:

El cuarto de Tula le cogió candela. Se quedó dormida y no apagó la vela

Mi amiga, puesta en la dificultad de traducir este despropósito, imagino que, como bien pudo, le dijo que eso era algo así como:

La chambre à coucher de Tulá  a pris feu. Elle s’est endormie et n’a pas éteint la bougie.

Como ven, dicho así en francés, estirando el morrito y poniendo la cara intensa que se requiere para esta lengua y, SOBRE TODO,  sin una extraordinaria orquesta respaldándote, la cosa  adquiere aspecto de noticiero…

!casi de crónica policial!

Y así fue como lo tomó el amigo francés de mi amiga,  quien paró la danza y le preguntó cómo se podía bailar una tragedia…..

Uno, si quisiera,  le podría explicar al francés que bailar la tragedia está en los orígenes del teatro griego. Pero dejémoslo  así. Que después pasa uno por pedante.

Pero si la misma canción puede producir emociones dispares, un mismo hecho de la vida  puede inspirar canciones muy diferentes.

Hace poco prendí la radio aquí en Trieste, para  oír algo de música y me salió una canción popular que he oído durante mucho tiempo en mi familia italiana y se llama “Il fazzoletino”  (El pañuelito).  Oyéndola, no pude menos que pensar en que la actividad de lavado y planchado –que ha sido eminentemente femenina,  o masculina china (saque cada quien las conclusiones que quiera)–, ha dejado su marca en algunas sociedades. Y también que lavar y planchar pueden inspirar  una canción de amor o unos versos jocosos, dependiendo de cómo se lo asuma.

La lavandiere. Ernest Hebert.

La canción del pañuelito, clásica del folclore italiano dice así:

Amor dammi quel fazzoletino. Amor dammi quel fazzoletino. Amor dammi quel fazzoletino. Vado a la fonte lo voglio lavar.

Amor dame aquel pañuelito. Amor dame aquel pañuelito. Amor dame aquel pañuelito. Voy a la fuente,  lo quiero lavar.

Y en algún punto  — porque es una canción laaaarga–  dice:

Te lo stiro col ferro al carbone. Te lo stiro col ferro al carbone. Te lo stiro col ferro al carbone. Ogni pieghina un sospiro d’amor.

Plancha a carbón

Te lo plancho con plancha a carbón. Te lo plancho con plancha a carbón. Te lo plancho con plancha a carbón. Cada doblada un suspiro de amor.

(El original hablaba de plancha de carbón. La letra “moderna”, sustituye esta por una de vapor.  ¡Lo que se dice un gran paso hacia el progreso de la mujer!)

La canción como  ya dije, es larga, porque repite, repite, y repite. Y la información nueva te la da con cuentagotas, cosa que se puede hacer en las canciones,  siempre y cuando varíes la melodía.

Básicamente la niña de la canción le pide al amado el pañuelo sucio para ir hasta la fuente a lavarlo; lo lava en una piedra de mármol, lo extiende en un rosal con el que se pincha, lo deja secar, y lo plancha (con plancha a carbón) suspirando repetidas veces cada vez que dobla el pañuelo. En fin… que la niña hace de todo para que los mocos del amado sigan arribando a buen puerto; como dios manda.

Planchadora. Picasso

La canción del pañuelito me trajo a la mente a otra mujer que también a veces planchaba y cantaba. Pensé en mi abuela materna que fue una mujer inteligente, recia, de carácter vivo y nada fácil. Con un sentido un poco rudo del humor. De soltera ayudaba a supervisar los trabajos de las “cogedoras” de café de la plantación de su padre.  Es decir, coordinaba el trabajo de la cuadrilla de  mujeres que clasificaban !todavía a mano!  los granos de café por su tamaño y calidad.

¿Se imaginan que a una mujer así, lavar y planchar pañuelos  le produjera suspiros de amor?

Oyendo «Il fazzoletino» la recordé  cuando una vez se disponía a planchar algo, para el abuelo, quizás,  y mientras disponía las cosas: la mesa, la plancha –que ya era eléctrica–, el agua para rociar (detalle que no olvida Picasso)  comenzó a cantar, también como la niña del pañuelito pero con un tono un poco diferente, una cancioncita infantil, jocosa, que a lo mejor alguien todavía recuerda:

Cuando la perica quiere que el perico vaya a misa, se levanta muy temprano  y le  plancha la camisa.

Como ven,  este canto de plancha se nota diferente. Uno puede detectar hasta algunos matices subversivos pre-feministas en esta letra que plantea un sospechoso dominio de la situación por parte de la perica (cuando la perica quiere…).

La cancioncita, de todas maneras,  continuaba casi inofensiva en las bocas de mi abuela y mía que a este punto la acompañaba «a pulmón partío» con el  corito tonto que decía:

¡Ay mi periiiico!,  dame la paaaata, para poneeeerte las alpargaaaatas.

Pero luego, mi abuela comenzaba a sazonar la canción  con otros versos que –conociéndola– podrían ser de su propia inspiración. Los expertos en «La Perica»(¿pericósofos?), por lo menos,  opinan que de ninguna manera pertenecen a la versión original.

Hay un verso especialmente que me hizo reír mucho ese día,  y ahora, cada vez que lo recuerdo, y decía así:

Cuando la perica quiere que el perico vaya a Roma, se levanta muy temprano y le plancha la paloma.

El coro, entre nuestras risas,  seguía igual de inocente:

!Ay mi periiiico!, dame la paaaaata….etc.

Bien, oyendo la canción en la radio y evocando los innovadores versos de mi abuela, pienso que tal vez a ella no le gustaba tanto planchar.

En el canto, como en el planchado, las conexiones entre ambos hemisferios  permanecen, hasta estos momentos, inexplicables.

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Apéndice musical

1. Si quieren sonreír un poco con un acto cultural donde unos niños cantan la versión «estándar» de «La Perica»:

http://www.youtube.com/watch?v=wPBjOIJCYDM&feature=related

2. Si quieren conocer la tierna canción «Il fazzoletino»

http://www.youtube.com/watch?v=WJyHLVxpk7k

3. Y para el fabuloso Buena Vista Social Club con su Cuarto de Tula: (no traducir, please!!!)

http://www.youtube.com/watch?v=XZHF6SDWtU8