Una mínima franja de gasa

Cuando regresé de Ecuador me esperaba una sorpresa. No había terminado de reponerme de la paliza del viaje y sus vicisitudes cuando me llamó una amiga para decirme que desde hacía tiempo me tenía de regalo un viaje a Florencia con sus dos hijos adolescentes y había llegado el momento…

Es una amiga bengalí musulmana, refugiada política que nunca había estado en Florencia y soñaba con conocerla desde hace 6 años. Pero no quería ir sola con sus hijos (adolescentes) y me invitó. No tuve corazón para negarme.

Me pidió que yo hiciera el itinerario. Ella haría la comida para el viaje en tren y la estadía y de esta manera ahorrar un poco, ya que sus amigos desde Bangladesh le decían que se arruinaría yendo a Florencia porque era muy cara. Que te podían cobrar hasta 10 euros por café (cosa que le han hecho en el café San Marco de Venecia).

La empresa no era fácil. Todavía con la maleta anterior sin deshacer me puse a fabricar un itinerario mínimo de jardines y edificios y parques porque siendo ellos musulmanes y siendo cristianos la mayoría de los temas de la pintura, y como las mayores atracciones escultóricas son desnudos, pensé que era mejor evadir los museos.

Pero ellos querían ver el David original y el nacimiento de Venus que creían era de Leonardo (“close enough”, como dirían los anglos). Así que siguiendo consejos de mi hija incluí también museos y reservé la noche anterior los boletos para evitar las largas colas. Apenas llegados a Florencia y dejadas las maletas en el hotel, nos lanzamos a la Galleria dell’Accademia a ver al David original, como primera cosa.

Cuando entramos, sin colas ni nada (¡gracias hija!) allí, de golpe y porrazo al final de la primera galería y bajo una bóveda luminosa está el magnífico David. La vista inmediata te deja sin respiración, y a medida que te acercas se hace más sorprendente, más espléndido este canto en piedra a la gloria del ser humano.

Pero “there is no free meal” como también dicen los anglos. Mi amiga y sus hijos esperaban que yo les explicara el David. Sabían que era algo famoso. Algo que hay que ver, como el Taj Mahal para nosotros. Pero no sabían de su historia nada. Niente. Cero. Zilch.

 Por qué desnudo, para empezar. La hija mayor –que no vino con nosotros– había dicho, días atrás, medio en serio medio en broma que ella le llevaría al David unas lungi que es un pantalón bengalí masculino de estar en casa. Les recuerdo que la desnudez para el islam es una forma profunda de humillación o de ofensa. Es sólo excusable en casos de extrema pobreza. ¿Era ese el caso de David?

 Y por otra parte, la representación de las formas humanas está prohibida en el Corán. Me di cuenta entonces de que el David, podía representar un profundo ultraje para el ojo musulmán por todo lo que representa.

 … Y de paso era israelita.

No estuvo fácil.

Conté la historia lo mejor que pude.

Les hablé de la desnudez con la que nacemos y morimos. De la desnudez como un símbolo, que no debe cubrirse ni siquiera con una mínima franja de gasa. De la victoria de las minorías. De las pedradas certeras como precedentes. De las armas morales contra la soberbia del poder, bla, bla, bla.

No pienso repetir aquí mis –seguramente pobres– argumentos. Sólo quisiera preguntarles ¿cómo lo habrían explicado ustedes?  

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