Hoy está en todos los diarios que leo por aquí algunos pormenores de la tragedia producida por el terrorismo islámico en las Ramblas de Barcelona hace casi un año.
En las fotos, muy sonrientes y señalando hacia el cielo prometido, aparecen los jóvenes que perpetraron el ataque. Son salafistas, explican todos los diarios refiriéndose a los creyentes del islam de las ramas más fundamentalistas. Tan fundamentalistas que se convierten en más papistas que el Papa. Perdón, en más profetas que el Profeta…
Estos jóvenes, prepararon entre 200 y 500 kilos de explosivos para llevar a cabo sus atentados (que luego tuvieron que cambiar por el atropello con una furgoneta). Y lo hicieron con gran naturalidad y la libertad de movimientos que permiten vivir en democracia: mientras iban a sus trabajos, alquilaban pisos, furgonetas, compraban los componentes del explosivo triperóxido de acetona (TATP), conocido en el mundo del terrorismo y ahora en la prensa como la Madre de Satán.
Dicen las noticias también que uno de los héroes de este día fatídico fue un joven padre de familia, italiano, de Modena, que estaba de vacaciones en Barcelona. Antonio (su nombre) regresaba de compras con su esposa e hija cuando presenció los primeros atropellos con la furgoneta en las Ramblas. Puso a su esposa e hija en lugar seguro y persiguió el vehículo que disminuía la velocidad porque los cuerpos de los atropellados estaban enredados en las ruedas y en la carrocería. Así de horrorosos son los detalles. Cuando la furgoneta tuvo que detenerse porque chocó contra un quiosco de periódicos, este héroe fue y sacó al terrorista (Younes, de nombre) por un brazo a pesar de que este le mostraba su cinturón con explosivos que amenazaba accionar.
Luego se supo que el cinturón era de mentira. El atentado era matar la mayor cantidad de gente con la furgoneta. Antonio no sabía, obviamente, que el cinturón era falso. El terrorista de alguna manera logró escapar y el turista fue a declarar lo ocurrido a la policía. Gracias a la acción temeraria de Antonio y a las pistas precisas proporcionadas, Younes fue abatido 3 días después en las cercanías.
Tantas preguntas que surgen. La Madre de Satán se llama el explosivo y dudo que los terroristas puedan ver la ironía. ¿Qué clase de madre (de hogar, en fin) han tenido estos satanes para odiar tanto? Para odiarse tanto también, diría yo. Porque, disfrazado de religión, el fondo de estos jóvenes satanes está hecho de auto-desprecio. ¿Quién está aprovechando este auto-rechazo juvenil que los lleva a pensar que sus vidas no valen nada? Que vale la pena, por lo tanto, invertir en la vida del más allá donde, gracias al martirio, serán seres perfectos. Pienso en uno de los jóvenes que atacó en París, en Bataclan, la discoteca con gran afluencia de homosexuales. Ese terrorista era, a su vez, homosexual, un pecado imperdonable en el islam, ¿solo lavado a través del martirio?
Y obviamente, pienso en otra madre, y ese otro hogar que alimentó a Antonio con otras ideas y otros sentimientos que, en un momento desesperado, le han hecho arriesgar su propia vida, pero no para destruir a otros sino para salvarlos.
¿Podrán alguna vez nuestras sociedades llegar a anular las distancias que existen entre la gente como Younes y los seres como Antonio?