El mataputos del Malecón

   El odio, además de ser la cosa “mas cutre, antigua y casposa” según el excelente escritor Manuel Vilas, siempre me ha despertado sospechas. En el odio anidan muchas veces la envidia, la admiración y una cierta identificación. Nunca odiamos algo o a alguien que nos deja indiferentes.

Pensaba en el odio hacia los homosexuales del in-famoso Ernesto Guevara, el Che Guevara, vamos. No estuvo solo en este odio. Tenia valiosa compañía, entre ellos Fidel Castro y Ramiro Valdés quienes apoyaban la “rehabilitación” de los homosexuales a través de programas crueles de los que si eras homosexual salías heterosexual o muerto: heterosexualidad o muerte, Patria o muerte, etc. para jugar con la bipolaridad planteada por la revolución. Dicen que fue Reynaldo Arenas, escritor homosexual ferozmente perseguido por el Che Guevara, quien lo apodó “el mataputos del Malecón” (puto es la palabra despectiva para homosexual en Cuba y otros países).

Cuando miro las fotos de Ernesto Guevara no deja de impresionarme sus actitudes de “sobrao” de “me-las-sé-todas” de “!que-bueno-estoy-Dios-mío!” Especialmente esta de arriba donde posa con un largo y fálico habano acariciado entre los dedos de uñas ligeramente largas. Su mirada de femme fatale, de diva de la revolución, es increíblemente significativa. Quiere ser seductora pero no deja de ser tenebrosa.

Quién sabe qué pasaba con este odio desmesurado de Ernesto hacia el homosexual. Qué amenaza sentía en la existencia de lo que él consideraba una desviación. La verdad es que, al parecer, los homosexuales le producían al Che un “culillo” tan grande que solo se calmaba con su destrucción. ¿Los envidiaba en el fondo? ¿o tal vez en el fondillo? Nunca lo sabremos. Pero de que adoraba ser la diva era cierto. Ya eso es un buen comienzo.

La ironía o la venganza de los hechos está en que muchos gays y trans hoy en día deciden a veces llevar una franela (T-shirt) con la famosa seximagen del Che a los desfiles del Gay Pride. Seguramente lo hacen por ignorancia, no nos hagamos ilusiones. Pero esa ignorancia pone de manifiesto algo que el Che nunca imaginó ni en sus sueños más húmedos: que vendría una época en la que ser homosexual no solo no iba a ser castigado, sino que habría un día dedicado a celebrarlo.

En el día del Gay Pride me gustaría enviar un saludo póstumo-rístico al Che con la frase que el ignorante alcalde de Nueva York, Bill De Blasio, usó ayer para dirigirse a los cubanos de Miami (bruto es poco):

¡Hasta la Victoria Siempre!

   Lo único es que yo la reformularía en honor a ese sospechoso odio del Che así:

¡Hasta la Victoria (Secret) siempre!

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