En estos días de desesperanza y ostracismo las desigualdades se hacen notar mas que nunca. Los centros de refugiados, los hogares para ancianos, los que viven en la calle sin techo, son y seguirán siendo las primeras presas del microscópico animal feroz que nos visita.
Pero ni siquiera estos seres humanos son los últimos eslabones de la cadena. Hay otros que han sido víctimas por excelencia en situaciones de crisis: los animales.
Trieste es un sitio que pulula de vida animal. Hay gatos callejeros en los parques, en los jardines, en los cementerios. Perros callejeros hay menos, pero hay perros abandonados. También hay gaviotas, palomas y cuervos que, sin ser domésticos, ni llegar al rango de mascotas se han acostumbrado a vivir en las cercanías de los humanos. También es muy fácil domesticar estas aves. Basta abrir tu ventana y darles de comer regularmente.
Pensemos en el gato y en el perro, los auténticos domésticos. Abandonaron su estado salvaje hace miles de años para venir a vivir en nuestra cercanía, a pesar de todo. Arriesgándose a lo que fuera, incluso a perder la vida. Hay civilizaciones que se han comido y se comen a sus perros habitualmente. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que los suizos comen carne de perro en Navidad? NO es fake, ¡!!lo juro!!!
A los gatos los hemos guisado menos, tal vez porque el sabor no es tan agradable. Aunque hay una población en Italia, Vicenza, a la que se atribuye la costumbre de comer gatos (“vicentini mangiagatti: vicentinos comegatos”). Esto, que no pasa de ser una leyenda urbana no te quita la preocupación que produce la expresión de “meter gato por liebre”. Debe haber una razón por la que los mercados que venden conejo están obligados a dejar una de las patas del conejo entera y con su piel, para garantizar que sea conejo y no… ejem, minino. Aquí hay algo que no cuentan como es, creo yo.
En Trieste, en estos días virales, los gatos y perros sin dueño, las gaviotas, los cuervos y las palomas, acostumbrados a la “bondad” humana andan desorientados. Los imagino preguntándose ¿Dónde estarán esos animales bípedos de cara chata, que suelen compartir sus restos con nosotros? ¿Dónde se fueron todos de repente? ¿Por que ya no vienen a los parques y jardines, ni a la orilla del mar?
Ah pobres animales. No puedo sino sentir compasión por estos seres que habiendo tenido una vida digna, apostaron a mudarse con la raza mas mutable y tornadiza que haya sobre la tierra. Una raza que les inoculó la dependencia y la esperanza.
¿Cuál puede ser la ventaja que estos animales han obtenido de la domesticación? Una que se me ocurre sin mucho esfuerzo es la conservación. Donde sus antecesores se han extinguido o están en proceso, los domésticos se han reproducido hasta decir basta.
Pero cuando miro su dependencia total y absoluta del humano, pienso que más les hubiera valido quedarse en la selva. Tal vez se hubieran extinguido, pero más dignamente.