Noblesse oblige

Que conste que además de pro-cosas, también soy anti-muchas-cosas. Anti militarista  y anti monárquica, por ejemplo. Pienso que las monarquías y la nobleza son como esos muebles viejos, un poco aparatosos e incómodos, que nadie tira a la basura porque es menos trabajo dejarlos donde están.

Y en nuestra sociedad banalizada hasta los tuétanos, siempre son un buen relleno periodístico para los lunes (!verbigracia! aunque hoy es martes), o las temporadas flojas, como el verano.  Aunque, leyendo los comentarios de los ciudadanos de países con monarquías de cualquier tipo, he descubierto que a nadie le hace gracia mantener a estos parásitos con los impuestos de todos, simplemente porque no se encuentra una mejor solución.

María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay, Duquesa de Alba, o simplemente Cayetana de Alba, nunca falla en convocar la atención del público mundial. Hace poco se casó con un plebeyo, contra la voluntad de muchos; especialmente, del Rey Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias.  No sólo porque era un plebeyo, sino porque es unos 20 años más joven. Eso, en el mundo patriarcal (!en todo el mundo, pues!) es un escándalo mayor que matar osos o elefantes drogados como parece que hace Don Juan Carlitos, cada vez que le da la gana.

Pero, en fin, que el otro día yo andaba indecisa para ir a la playa, porque no estaba muy segura sobre mi traje de baño: que si la forma, que si el color, que si los quilos.  !Esas vainas de mujeres!…

Como lo primero que hago en las mañanas –con un capuchino en la mano como contra– es hojear electrónicamente varios diarios, me encontré, en El País, creo, con las fotos de la loca de la Cayetana en la playa. Y me di cuenta de que ella (de alguna manera como Mme. Stallone, la «nalgóloga», ¿recuerdan?) no tiene problemas de timidez o inseguridad en cuanto al físico se trata.

Allí estaba ella, con sus 86 años, su bikini, sus espantosas cirugías y su flamante marido.

                                                                 

Se imaginarán que cerré la compu, me puse mi traje de baño sin mirarme, ni de medio cuerpo siquiera, y me fui a nadar en el Adriático.

Como ven, hasta la nobleza tiene su función en la vida.

!Gracias Cayetana!

Anuncio publicitario