Atahualpa y Francisco

Biblioteca de Salamanca vista a través del cristal. Sala cerrada al público. Mayo 2011.

Últimamente he estado investigando sobre lo que se llama open publishing. Es decir, cómo hacer tus propios libros independientemente, escapando del sistema tradicional editorial que es tan lento todavía. Open publishing es un sistema de libre acceso, de libre contenido, de libre circulación. Opera sin dejarles tajada a las casas editoriales. Es decir, con un control casi completo por parte del autor/creador. Creo que es una de las cosas que yo podría hacer en Trieste o en cualquier parte del mundo. ¡Crucen los dedos!

Pero luego pensaba en los libros. Y pensaba en que a pesar de que la lectura se supone un bien universal, UN TERCIO de la humanidad todavía permanece en el analfabetismo. Y en los otros dos tercios, hay algunas personas que nacen book-oriented, pero la mayoría pueden vivir tranquilamente de espaldas a la lectura, no por necesidad sino como opción: no sé por qué me cuesta imaginar a Sylvester Stallone o a Arnold Shwarzeneger (sólo dos ejemplos) leyendo.

Y pensé en una de las historias más inquietantes que he conocido y que quería compartir con ustedes:

Francisco Pizarro González –conquistador del imperio Inca–  era analfabeto como la mayoría de la gente del siglo XV. También era analfabeto El Inca Atahualpa (el último Inca) quien fue su prisionero por un tiempo largo.

Cuenta la historia  –o tal vez la leyenda–  que cuando el Inca se dio cuenta de que lo que estaba escrito en un libro podía ser conocido por cualquiera (que supiera leer, claro) se sintió muy acongojado, e intuyó que los españoles iban efectivamente a acabar con su imperio. No con los caballos (cuentan también que no habiendo visto nunca caballos no se mostró nunca atemorizado por ellos), tampoco con las armas. Pero sí con el respaldo de  un sistema de transmisión de información  tan poderoso y rápido como la escritura.

Durante el cautiverio, Francisco Pizarro González y Atahualpa, hijo de Huayna Cápac, se hicieron amigos y pasaban tiempo jugando un juego de mesa propio de los incas y que a los españoles les recordaba el ajedrez. Se comunicaban en español, lengua que Atahualpa se apresuró a aprender. Dicen –con exageración–  las crónicas que lo aprendió en 20 días.

El final,  ya lo sabemos. A Atahualpa lo condenaron bajo diversos cargos y lo mataron en la horca. Antes, aceptó ser bautizado, porque la otra opción que le dieron era impensable. Lo bautizaron con el nombre de su captor, ahora su amigo: Francisco.

Para la época de su muerte Atahualpa ya se comunicaba corrientemente en español y ya había aprendido a leer y escribir.  Francisco Pizarro, conquistador, fundador de ciudades y casado con Quispe Sisa (bautizada Inés Huailas Yupanki) hermana de Atahualpa, murió virgen de lecturas.

Creo que la humanidad ha sido y sigue siendo lenta y torpe en la implementación de la escritura. Por eso hay tan malos lectores regados. Pero sospecho que, a pesar de que lográramos hacer leer al 100 % de la población, siempre habría los Atahualpas y los Pizarros en ambos extremos de una escala con muchos matices de Francisco-Atahualpas entre los dos.

Claro, esto no me desanima para nada en mi interés actual en el open publishing, del que les seguiré contando.

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4 comentarios en “Atahualpa y Francisco”

    1. Así es. Pero en la época, la lectura era el privilegio de la «casta religiosa» sobre todo. Los demás no creo que se dieran por enterados. Era el estado aceptado y «normal» de las cosas. Creo que a Atahualpa lo impactó conocer la escritura porque uno de los problemas que debía resolver a menudo era el de las comunicaciones en su vasto reino.

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    1. Gracias por el comentario. En verdad, había comenzado a contar otro cuento, pero salió este. Cuando te digo que las ideas nos utilizan, no quiero hacer alarde de «original»…a veces siento que es así. En verdad esa historia de Atahualpa y Pizarro siempre me deja el mal sabor de que nunca sabremos realmente lo que pasó más allá de las batallas sobre las que se concentran los libros de historia.

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