Metáforas vivientes

Hace poco estaba con mi familia en París. Mi hija y su familia viven allí y fuimos a pasar navidades con ellos. París me produce el efecto del mar, siendo yo una persona de montaña. Los primeros días que estoy en el mar me encantan: tanta apertura, tanta extensión, horizontes sin fin…todos los clichés. Pero en poco tiempo el mar me agota. No sé por qué.

Me pasa igual con las grandes capitales. Los primeros días son de gran conmoción: tanto qué ver, tanto arte, tanta arquitectura. Al tercer día, más o menos, suelo estar desbordada. Tanto, que a veces paso del desbordamiento a la tristeza. Y comienzo a sentirme aislada, desorientada y realmente extranjera.

En estos pensamientos estaba una mañana caminando en el frío y humedad parisinos de invierno y tratando de alejar esa sensación de soledad, aislamiento y desarraigo cuando vi venir a cierta distancia una mujer alta, más o menos de mi edad, africana, ayudándose con su bastón de ciega a caminar entre los múltiples obstáculos de una calle parisina. Caminaba erguida, decidida, digna. Se cruzó conmigo sin verme, claro. Yo me hice a un lado y seguí caminando. Mi sentimiento de aislamiento, desorientación y destierro ahora sustituidos por vergüenza.

Pero ese día encontré mi mantra, si es que puede llamarse también mantra a una imagen visual que evocamos para ayudarnos. He decidido que cuando me dé por la metáfora, recordaré que esta tiene una base real. Y para cada situación difícil en la vida de este año 2018, traeré a la mente la imagen de esta mujer africana, vieja y ciega detectando con movimientos precisos de su bastón los obstáculos para seguir su marcha.

Les presto la imagen

¡Feliz 2018 amig@s!

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